

El Yo, reunido como un estado de consciencia procedente de un estado de observación y sus percepciones sensoriales más el proceso interiorizado de esas percepciones a través de sentimientos y conocimientos que han sido adquiridos, invitan como un proceso mental a producir una energía psíquica que invitan a la acción. La representación psíquica consciente está enlazada con representaciones verbales. Como resultado expondría que el privilegio de lo humano es el despojo de ese proceso y quedarte con la relajación sensorial. Sería un bienestar espiritual, conclusión a la que llegué este verano en medio del océano. Una ballena me ha transmitido la potencia de la Naturaleza en medio del Océano Atlántico. Desierto de agua, despoblado de humanidad. Reposando sobre ella una imagen del humano sólo, desprotegido, mecido por el animal. Relajado y sin preocupación.

En esta fotografía aparece una figura de mujer con aspecto agotado y un hombre atormentado e impositivo, en medio de un ambiente de lectura con objetos decorativos propios de un hogar. La costumbre de la vida actual viene dada por noticias escandalosas, divulgadas de forma natural como si fuera una consecuencia lógica de nuestra sociedad. Me impresiona sobremanera por falta de entendimiento por mi parte, que exista y cada vez en mayor número, la violencia de género; en medio de una sociedad desarrollada, las emociones más salvajes están a flor de piel. Descubrir que la vecindad, la cercanía de los demás, no nos eleva al conocimiento más profundo y humano, me conmueve y preocupa. Observo una sociedad poco generosa que mide a pellizcos lo que va a ofrecer . En todo este laberinto no encuentro colaboración ante los conflictos humanos cercanos y sí en apariencias de ayuda, en los lejanos. La salida, para uno no embrollarse, puede estar en comprender que los problemas individuales se pueden sospechar en los demás, porque son muy parecidos a los del resto de personas y así poder anticipar la solución antes de algún desenlace peor.